Al comenzar la guerra civil española
de 1936, la comunidad franciscana de Consuegra (Toledo) era sede del teologado
de la Provincia de Castilla y estaba formada por 32 religiosos: 9 sacerdotes,
19 estudiantes y cuatro hermanos no clérigos. 28 de ellos sufrieron
martirio por la fe en diversos lugares y en distintas fechas de 1936. El
apostolado sacerdotal, la docencia y estudio de la teología llenaban la
vida de aquella comunidad, en la que predominaba el gozo por la vocación
franciscana y sacerdotal. Los religiosos se sentían centrados y felices,
la piedad y la entrega a sus tareas era ejemplar, y el entusiasmo de los
jóvenes por su formación y por el ideal apostólico y
misionero, verdaderamente envidiable. Los franciscanos estaban bien vistos por
el pueblo, que era muy religioso, pero las autoridades locales actuaron a los
dictados del Gobierno de la nación, que se había propuesto hacer
desaparecer de España la religión.
El 21 de julio de 1936, las autoridades se
incautaron de todas las iglesias y prohibieron celebrar actos religiosos,
incluso a puertas cerradas. El Guardián del convento franciscano tuvo
que entregar a la fuerza las llaves de la iglesia. Del 21 al 24, los
franciscanos siguieron en su convento, pero sin poder salir y cercados por
guardias del pueblo. Pasaron esos días en oración, se confesaron
y celebraron la eucaristía en el oratorio del estudiantado.
El 24 fueron expulsados del convento. El
último en salir fue el P. Víctor Chumillas, Guardián, que
entregó las llaves a los agentes municipales. Los religiosos fueron
hospedados por familiares y bienhechores. En los días de hospedaje
llevaron una vida serena y de oración, sin intentar huir ni esconderse
de los perseguidores. El P. Víctor expresó repetidamente su deseo
de ser mártir.
Entre la tarde y noche del 9 de agosto y la
mañana del 10, fueron detenidos 28 de los 32 franciscanos. Los otros
cuatro lo serían el día 11. Ellos, sin protestar ni resistirse,
pero conscientes de que los matarían, siguieron a los agentes, que los
llevaron a la cárcel municipal. La estancia en la misma quedó
descrita por el P. Chumillas en su breviario. Todos iban contentos de sufrir
por el Señor y, al verse, se abrazaron, se pidieron mutuamente
perdón y recibieron del superior la absolución general. Por la
noche, ellos y los demás eclesiásticos encarcelados se
confesaron, oraron y renovaron los votos y las promesas sacerdotales. El P.
Chumillas les exhortó a sufrir el martirio por Dios y todos quedaron con
ardiente deseo de padecerlo y se retiraron a descansar diciendo:
«Preparado está nuestro
corazón, Señor, preparado está nuestro corazón.
Vengan cuando quieran a darnos muerte, que nosotros esperamos firmemente la
vida eterna de la mano de Dios misericordioso».
Habiendo ingresado en la cárcel los
demás sacerdotes y religiosos del pueblo el día 11, fueron todos
trasladados a la iglesia de Santa María, antiguo convento franciscano,
convertida en prisión. Allí recibían el alimento de los
familiares y bienhechores. Estaban serenos y dedicaban el tiempo a la
oración y al diálogo mutuo, estimulándose al martirio.
Todos hicieron confesión sacramental. El día 14 fueron liberados
tres franciscanos de avanzada edad y otros religiosos. También fue
liberado uno de los estudiantes de teología, hijo de Consuegra.
Pasada la media noche del 15 al 16, los
franciscanos fueron sacados de la iglesia-prisión. Mientras
salían, el P. Benigno Prieto dijo: «No os asustéis,
hermanos, que vamos al cielo». Inmediatamente mandaron volverse a los
naturales de Consuegra y a los hermanos no clérigos, en total, ocho, que
serían luego asesinados el 19 de agosto y el 24 de septiembre. Los
veinte restantes fueron subidos a un camión. Al terminar de pasar lista,
dijeron los perseguidores: «Domingo Alonso que se baje, que no
está en lista». Parece que un amigo quiso librarle. Pero
él repuso: «Domingo no se baja, que Domingo irá donde
vayan sus hermanos».
Escoltado por varios coches, en los que iba
el alcalde y miembros del Ayuntamiento, el camión inició su
marcha, salió de Consuegra, pasó por el pueblo de Urda y se
detuvo en el lugar llamado Boca de Balondillo, en el término
municipal de Fuente el Fresno (Ciudad Real). Los franciscanos, que
habían ido rezando por el camino, recibieron la orden de bajar y ponerse
en fila a pocos metros de la carretera. El P. Víctor Chumillas
pidió al alcalde que los desatasen para morir con los brazos en cruz,
pero no le fue concedido. Pidió que los fusilasen de frente, y el
alcalde permitió que se volviesen. Entonces el P. Víctor dijo a
su comunidad: «Hermanos, elevad vuestros ojos al cielo y rezad el
último padrenuestro, pues dentro de breves momentos estaremos en el
Reino de los cielos. Y perdonad a los que os van a dar muerte». Y al
alcalde: «Estamos dispuestos a morir por Cristo».
Inmediatamente, Fr. Saturnino clamó: «¡Perdónales,
Señor, que no saben lo que hacen!». Empezó la descarga
de disparos.
En ese mismo momento, varios de los
franciscanos gritaron: «¡Viva Cristo Rey! ¡Viva la Orden
Franciscana! ¡Perdónales, Señor!». Eran
aproximadamente las 3,45 de la madrugada del 16 de agosto de 1936. Los cuerpos,
por orden de la autoridad, fueron recogidos ya de día, llevados en un
camión y sepultados en el cementerio de Fuente el Fresno. Una cruz de
mármol con una breve inscripción recuerda el lugar de su
martirio.
Terminada la guerra civil, fueron
trasladados al cementerio de Consuegra. El 15 de agosto de 1940, se trasladaron
sus cuerpos a la capilla construida al efecto en la iglesia del convento
franciscano de esa localidad, hasta que, el 26 de noviembre de 1982, por cierre
de la casa, fueron trasladados a Toledo y, el 23 de diciembre de aquel mismo
año, inhumados definitivamente en la iglesia franciscana de San Juan de
los Reyes.
El pueblo cristiano los consideró
mártires y santos desde que supo su muerte, se encomendó a ellos
y bastantes personas declaran haber recibido gracias por su
intercesión.
[M. Rincón Cruz,
Mártires Franciscanos de Castilla (1936-1938).
Madrid, Edibesa, 2007,
pp. 59-105]
Fuente: http://www.franciscanos.org/santoral/victorchumillas.htm |
. |
No hay comentarios:
Publicar un comentario